martes, 28 de mayo de 2013

Mal empezamos con los exámenes finales

Mañana haremos el examen de Educación Física con test de Cooper y demás ejercicios que solo sirven para cansarnos, hacernos sudar y vomitar el bocadillo, pero Sebas –el profe- ha querido que hoy hagamos una especie de examen escrito, una redacción en la que reflexionásemos acerca de las virtudes del deporte y de las ventajas que tiene sobre nuestra calidad de vida.

Aún no entiendo por qué, pero Sebas ya me ha dicho que no hace falta que me presente mañana... que estoy SUSPENDIDO! Y sinceramente, no lo entiendo. Os dejo leer mi examen, pero a mí me parece que no me he merecido el cero que me ha puesto. Vaya chusta de nota!

“No es que yo tenga algo en contra del deporte, a decir
verdad, lo tengo absolutamente todo en contra del
deporte.
El listillo que dijo eso de que «el deporte es salud»,
o el sádico a quien se le ocurrió la idea de castigar el
cuerpo hasta la extenuación para mejorar nuestra calidad
de vida, no tenían la menor idea, o cuanto menos
nunca leyeron nada acerca de Harriet, una pequeña tortuga
que el naturalista Charles Darwin adoptó como
mascota en uno de esos viajes que emprendía en barco
con la intención de descubrir especies y, ya de paso, ponerles
extraños nombres científicos en latín, y eso que
el tipo era inglés. Curiosamente a su tortuga le llamó
Harriet, aunque es posible que también le pusiese un
nombre del estilo de Quelonia sauropsida para complicarles
la vida a otros naturalistas. En cualquier caso, la
tortuguita Harriet fue adoptada de recién nacida por
Charles Darwin en el año 1830, y así, como quien no
quiere la cosa, la tía vivió hasta el 2006. Echando un cálculo
rápido podemos decir que el bicho murió a los 175
años, dando fe de que las tortugas son unos de los animales
más longevos del planeta junto con las almejas.
Ambas, no precisamente conocidas por sus
capacidades atléticas. Al contrario, Harriet, al igual que
el resto de las tortugas, se caracterizó siempre por sus
movimientos lentos, por pasarse meses enteros hibernando
dentro de su caparazón y por no realizar el más
mínimo esfuerzo.
Otro ejemplo claro son los insectos, probablemen-
te los seres vivos más activos y vigorosos del planeta,
pero que apenas superan unos escasos meses de vida. O
animales esbeltos y atléticos como los gatos o los perros,
que se pasan el día alardeando de su agilidad y de sus aptitudes
físicas, pero que a los quince años de edad ya son
unos auténticos ancianos. Y bueno, en el extremo opuesto
se encuentran las plantas, los seres más estáticos del
planeta, anclados en tierra debido a sus raíces, pero que
ostentan el récord indiscutible de longevidad con secuoyas,
olmos, robles o castaños que han llegado a superar
los 3.500 años.
Así que el gran secreto para una larga vida no está
precisamente en la práctica inútil de un deporte que solo
sirve para hinchar la musculatura, sino más bien en todo
lo contrario, en el reposo, el descanso, en encontrar el
placer en las posturas a las que mejor se adapta el cuerpo
humano y que son la de estar sentado, o preferentemente
tumbado, y en aprovechar los momentos de ocio
para realizar algo mucho más divertido que el deporte,
como por ejemplo: permanecer repantigado en el sofá
echando unas partidas en la videoconsola y comiendo
palomitas”.

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